Ya que estos días estamos callejeando por Bilbao os mostraré el puente más original, el más antiguo, y el primero en su tipología de todo el mundo. ¿ Y sabéis una cosa?, "lo tenemos en Vizcaya".
Se trata del "Puente Vizcaya", "Puente Colgante", o el "Puente Colgante de Portugalete"
Así es como se le llama a este puente transbordador que ha servido de modelo para otros puentes en Europa, África y América. Se construyó entre los años 1881 - 1893 para unir los dos márgenes de la ría del Nervión. También hay quien le llama "Puente Palacio" y es en honor a su arquitecto Alberto de Palacio y Elissague.
El puente mide 61 metros de altura y 160 de longitud. En el año 1999 reformaron los accesos y, se instalaron ascensores en las torres que hay en ambos márgenes del río y han habilitado una pasarela en esta viga superior para los peatones que quieran atravesarlo caminando.
Los coches y también las personas lo hacen en esta barquilla transbordadora. Durante la guerra civil española, para detener el avance de las tropas franquistas mandaron derribar el travesaño, que se precipitó sobre las aguas. En el año 1941 fue reconstruido por José Juan Aracil.
En el año 1984 fue declarado Monumento Histórico Artístico, en el 2003 lo declararon Bien de Interés Cultural con la categoría de "Puente" y, el 13 de junio de 2006, entre los 37 candidatos que se habían presentado, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El transbordador funciona los 365 días del año ininterrumpidamente con una frecuencia de transbordo de 8 minutos y una duración del viaje de 15 minutos. Esto hace que se ahorre 20 minutos, cuando se quiere enlazar Portugalete con el barrio de las Arenas en Guecho
Todavía recuerdo la primera vez que lo vi, fue a principios de los años 60 del siglo pasado, cuando estuvimos visitando Bilbao, lo hicimos con nuestro Seat 600 y cruzamos la ría metidos en esta barquilla. Aún me veo entrando en ella, y recuerdo que cuando cruzábamos la ría miraba atentamente todo lo que había a mi alrededor, me parecía algo fantástico.
Esta vez llegamos en metro desde Bilbao, y una vez allí dimos un paseo muy bonito por toda la costa y fuimos hasta la desembocadura de la ría, allí vimos que en algunos restaurantes estaban asando sardinas, así que nos sentamos en una terraza y disfrutamos mucho de ellas.
Siempre que escucho hablar de Bilbao recuerdo una anécdota que me sucedió la primera vez que allí estuve. Por aquél entonces no existían los cajeros automáticos, y ni habían las facilidades que hoy en día tenemos, así que cuando se hacía un viaje se solía hacer con todo el dinero encima, por lo menos así lo hacían mis padres.
Recuerdo que cuando llegábamos a un hotel lo primero que hacía mi padre era buscar un lugar en donde poder guardar, o mejor dicho esconder el dinero, ya que también era un riesgo llevarlo todo encima, y en el hotel de Bilbao lo dejó en la parte de arriba del armario ropero. No recuerdo el tiempo que allí estuvimos hospedados, pero recuerdo que cuando dejamos la ciudad, mi padre paró en una gasolinera que había en las afueras, y una vez que había llenado el depósito del coche, se dio cuenta de que se había olvidado el dinero en la habitación del hotel. Imaginaros el disgusto y la sorpresa que se llevó, y lógicamente, la primera reacción que tuvo fue la de ir inmediatamente a buscarlo, pero mi madre también quería ir con él, ya que le daba miedo que no le dejasen entrar en la habitación y pensaba que si iba ella haría más fuerza. Así que no dudó ni un segundo, y le dijo al dueño de la gasolinera que me dejaban allí de fianza, y se largaron los dos y allí que me quedé.
El recuerdo que tengo del tiempo que allí pasé es el de estar todo el tiempo en la calle, paseando de un lado a otro, y por fin después de una hora más o menos aparecieron mis padres con el dinero, y de allí nos largamos.
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