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jueves, 24 de marzo de 2016

MI PRIMER DÍA EN EL CAMINO DE LOS INCAS - Cuzco, PERÚ

Son muchos los que cuando se enteran de que vivo en un pueblo que se encuentra en pleno Camino de Santiago, me preguntan si yo también lo he hecho. Mi respuesta es que no, y que tampoco sé si alguna vez lo haré, ya que cando veo a los peregrinos atravesando el pueblo, y pienso en lo que todavía les queda para llegar a Santiago, se me hace muy cuesta arriba. Aunque reconozco que hubo un tiempo, en el que si que me rondaba por la cabeza el hacerlo. Pero como el dicho que dice "de este agua no beberé" no digo nada, ya que igual algún día me da la vena y lo hago. 

¿Pero sabéis lo que si que he hecho?, pues el Camino de los Incas, en inglés Incas Trail. Algunos de vosotros ya sabéis que viví en el Perú nueve años, y lógicamente, como cada turista que llega a ese país, lo primero que hice fue visitar el Machu Picchu.

La primera vez lo hice en autobús y tren desde Cuzco, me gustó mucho y tengo muy buenos recuerdos de aquél viaje, aunque algún mal rato pasé con el soroche, así es como allí se le llama al mal de altura, y debido a ello, siempre retrasaba el ir a sitios en donde lo pudiera sufrir. Pero un día hablando con unos amigos españoles nos comentaron que iban a hacer el camino con algunos de sus familiares valencianos que venían de vacaciones, y nos animaron a que lo hiciésemos con ellos. Y la verdad es que nos animamos y decidimos hacerlo. Todo estaba organizado, teníamos los porteadores, guías, y todo contratado, pero resultó que uno de los que venían desde España se cayó y fracturó el pie, así que decidieron retrasar el viaje, y como nosotros no podíamos retrasarlo ya que nuestro hijo sólo tenía esos días de vacaciones en el colegio, pues decidimos hacerlo en los días que habíamos planeado.

 Lo hablamos con la agencia, y nos metieron con otro grupo, que también lo iba a hacer.  El día anterior a iniciar el camino lo pasamos en Cuzco, donde celebraron el Inti Rayni una tradicional fiesta que allí se celebra el 24 de junio, para celebrar el solsticio de invierno.

A primera hora de la mañana del día siguiente un mini-bus vino al hotel a buscarnos, y de hotel en hotel fuimos recogiendo a la gente con la que íbamos a compartir esta experiencia. Una vez ya todos en el bus, nos llevaron a Piscacucho, también conocido como kilómetro 82, ese era el punto en dónde deberíamos comenzar el camino, y en el que se suponía que se encontrarían nuestros porteadores, cocineros y todo el equipo de gente que nos tenían que acompañar.

 No sé ahora cómo se harán estos viajes, ni cómo estarán acondicionados, pero en aquél entonces, a excepción de algo parecido a un albergue que se encontraba a unas horas de Machu Pichu, no había nada, todo se tenía que hacer en plena naturaleza, comer, aseo personal, y para dormir lo teníamos que hacer en tiendas de campaña.
     

Porteador

Este es uno de los porteadores que nos acompañó, la verdad es que daba pena ver el peso que tenían que cargar durante los 42 kilómetros que tiene el camino de los Incas. Y todo, bajo mi punto de vista, por un insignificante salario. 

Nosotros no estábamos dispuestos a cargar con las mochilas, y ya que eramos tres personas, en Lima cuando contratamos el viaje, pedimos y pagamos por tres porteadores, queríamos uno para cada uno. 

Pero cuando llegamos al punto de encuentro vimos que tan solo teníamos uno para nosotros tres, y por más que insistimos y discutimos, no conseguimos que contratasen a más porteadores, y eso que allí habían chicos dispuestos a hacerlo. No lo hacíamos por nosotros, si no por ellos, pues nos parecía injusto que todo el peso lo cargase uno. Y, en vista de que no merecía la pena seguir discutiendo, mi marido y mi hijo decidieron llevar ellos sus mochilas, y comenzamos el famoso camino de los Incas   

Caminando hacia el Machu Picchu

No fue mucho lo que caminamos el primer día, realmente no recuerdo cuántas horas fueron, pero si recuerdo el gran chaparrón que nos cayó, y menos mal que comenzó cuando ya estábamos todos en el campamento, y nada más que comenzaron a caer las primeras gotas, todos corriendo, nos metimos en nuestras respectivas tiendas, y dentro de ellas cenamos, la rica cena que los cocineros nos habían preparado. 

¡Qué noche la de aquél día! la tienda tenía goteras, y nos dimos cuenta de ello, al notar que teníamos los pies mojados, y eso que los teníamos metidos en el saco de dormir. El agua nos entraba por la cremallera de la puerta, y todo lo que habíamos dejado a nuestros pies se había mojado, y menos mal que no duró mucho, pues no sé qué hubiese pasado y cómo hubiésemos acabado.

De esa noche tengo otra anécdota, a mi hijo le entraron ganas de ir a hacer un pipi, y le dije que le acompañaba. Tanteando y andando en la oscuridad, los dos juntos nos dirigimos hacia lo que nos pareció una gran piedra, y le dije, ponte aquí y al apoyarme en la piedra nos dimos un gran susto, ya que se movió y mugió, ya os podéis imaginar cómo salimos corriendo y asustados hacia la tienda. 

Al día siguiente nos dimos cuenta de que se trataba de unas vacas, de haber sabido que las teníamos allí mismo, creo que ni se nos hubiese ocurrido salir de la tienda. 



Desayunando y tomando fuerzas para nuestro segundo día, en el que íbamos a alcanzar los 4.200 metros de altitud, y me preocupaba bastante por el soroche. 

CAMINO DE LOS INCAS 2º DÍA -Machu Picchu, Cuzco - PERÚ

A las 6 de la mañana, los porteadores nos despertaron, y después de recoger y empacar todas nuestras cosas, nos tomamos el rico desayuno que nos habían preparado. Justo en ese momento, y sabiendo que ese día iba a ser peor que el de el día anterior, (teníamos que realizar un ascenso de 1.200 metros, hasta el punto más alto de todo el camino), fue cuando comencé a decirme o a preguntarme a mi misma, "qué quién me había mandado a mí meterme en semejante situación" 

En Miscay, primera parada del Camino Inca


¡Si el día anterior, cuando tan solo había caminado dos horas, en Miscay, donde paramos a almorzar, y me hicieron esta foto, ya tenía esta cara!. Pues me preguntaba, ¿cómo acabaría?, después de los 3000 metros que ya habíamos ascendido, más los 1200 que me quedaban para llegar a Warmiwañusca, el punto más alto de todo el camino. 

Y, sin pensármelo dos veces, con todo el grupo, me dispuse a caminar, y poco a poco fui ascendiendo. Todos sabíamos que ese día iba a ser el más difícil, y que nos iba a demorar entre 4 o 5 horas, llegar a ese punto.

En un principio íbamos todos juntos, pero poco a poco nos fuimos distanciando. Y a pesar de lo mal que me encontraba, en ningún momento dejé de caminar, ni desistí. La verdad es que no tenía más remedio, no había vuelta a tras. Así que, pasito a pasito, chupando pastillas de glucosa, y con la ayuda de algunos remedios que algunas peruanas de esa zona me iban dando, como hoja de coca para masticar, unas hierbas que me ofrecían para que las oliese, y la verdad es que me aliviaban, pero tan sólo era momentáneamente, ya que enseguida me volvía el malestar. La cabeza parecía que me iba a estallar.

No sé lo que tardé, pero si recuerdo los últimos metros que anduve hasta llegar a la cima. Como ya os he comentado, casi todo el trayecto lo hice sola, me refiero a que no iba con mi marido ni con mi hijo, ellos iban por delante. Aunque en ningún momento me sentí sola, ya que la guía siempre iba pendiente de todo el grupo.

Me derrumbé, cuando por fin, a lo lejos escuché mi nombre, y vi que eran los de mi grupo, que me daban ánimos. Fue cómo si mi cuerpo dijese, hasta aquí he llegado. No sé si llegué a llorar, pero sí recuerdo que me sentí desfallecer, e inmediatamente, mi hijo y mi marido al verme, vinieron a socorrerme y, con uno a cada lado, y contando los pasos, y parando cada tres para respirar, conseguí alcanzar la meta. 


Sufriendo el soroche, o mal de altura

Supongo que viendo esta imagen, os haréis una idea de lo mal que me encontraba, siempre he dicho, que si en ese momento a mí me hubiesen dejado en la cima, allí me hubiese quedado. Después me enteré que a ese paso también se le conoce con el nombre de "la mujer muerta".

Tiempo después, en un cine de Barcelona, vi un documental de una alpinista que estaba ascendiendo un monte, y con ella reviví todo lo que sufrí ese día, parecía que estaba metida en su cuerpo. Estoy convencida de que si no me hubiesen ayudado, me hubiese sido imposible superar esa situación por mí misma. Me hubiese muerto allí mismo, ya que mi cuerpo no me respondía, pero lo mejor de todo, es que hubiese estado completamente relajada y tranquila.    



Menos mal, que en cuanto comenzamos a descender, todo el mal estar que tenía desapareció. y pude disfrutar de las hermosas vistas que desde allí se veía. 



Los Andes
Si os fijáis bien, en estas dos fotos se puede ver a lo lejos el camino 



Estábamos tan altos que daba la impresión de que estábamos más cerca del cielo que de la tierra


Camino Inca

Y mi hijo tan feliz, ni se cansó, ni sintió el soroche o mal de altura, y eso que llevó su mochila durante todo el camino. 

Hora de comer

Y a mitad del camino de esa jornada, nos encontramos con nuestros porteadores, que en una explanada nos habían acondicionado un lugar para comer. La verdad es que la comida estuvo muy buena, y no tuvimos ningún problema. Con lo que si que tuve que tener mucho cuidado, fue con el agua que cogíamos de los riachuelos. Llevé unas pastillitas que compré en una farmacia de Lima, que echaba en el agua, para desinfectarla, y menos mal que lo hice, ya que cada vez que llenaba la botella y miraba a través de ella, veía pequeños bichitos.

Os aconsejo que os llevéis ropa de abrigo para la noche, ¡qué diferencia había entre el día y la noche!. Esa en concreto no podíamos aguantar el frío que nos hacía, uno de nuestro grupo se pasó toda la noche quejándose del frío, y nosotros no lo decíamos, pero a pesar de que éramos tres, metidos en la tienda, tampoco conseguíamos entrar en calor. 

CAMINO DE LOS INCAS 3º - Machu Picchu, Cuzco - PERÚ


Ese día, a pesar de que la noche había sido muy fría y habíamos pasado mucho frío, me levanté muy animada, y eso era porque sabía que esa noche podría tomar una ducha con agua caliente, y dormir en una cama. Así que después de lavarme y acicalarme en las aguas de un riachuelo que teníamos al lado de nuestro campamento, emprendimos nuestro camino. 
El recorrido de ese día iba a ser el más largo, y el más bonito, de todos los que hasta el momento habíamos hecho, nos comentaron que veríamos lagunas, y algunas ruinas. 



Después de un ascenso de más o menos hora y media, llegamos al paso de Runkurakay, situado a una altura de 3.950 metros.


Allí nos encontramos a otros grupos, que se encontraban levantando sus campamentos, y después de un breve descanso, continuamos el resto del camino, que en su mayoría era cuesta abajo.

De ese día tengo el recuerdo de ir yo sola caminando, y detrás de mí escuchar los pasos de los porteadores que venían  hacia nosotros. Realmente me sorprendía la velocidad con que lo hacían, y eso, que como podéis ver en la foto, llevaban mucha carga a sus espaldas. Al llegar a mi altura me paré para dejarles pasar, y con sorpresa vi que algunos de ellos, en lugar de zapatos  llevaban unas sandalias, y para evitar el roce en la piel se habían puesto trozos de paja que habían arrancado en el camino. 

Preparando nuestra comida

Continuamos caminando hasta que en Chaquicocha, nos encontramos con nuestros porteadores y cocineros, preparando el menú para ese día en esta peculiar cocina. Después de una buena comida, y un corto descanso nos dirigimos al campamento Wiñaywayna. No os podéis imaginar lo cansada y agotada que llegué. Pero esta vez no era por el mal de altura, si no porque el descenso fue muy empinado y en su mayoría escalonado. Supongo, que para su comodidad, los incas lo habían construido en forma escalonada, y el hecho de tener que ir bajando escalón de piedra tras escalón, también cansaba mucho.  

No todos los que llegan al campamento duermen en él, aunque si que tienen la posibilidad, de poder darse una ducha, "si pagan el precio establecido". Nosotros, después de instalarnos y darnos una buena ducha de agua caliente, nos preparamos para ir a visitar las ruinas de Wiñaywayna. Después regresamos al campamento, que tiene el mismo nombre que las ruinas, y en él cenamos, y pasamos una velada muy interesante, en compañía de otros tantos caminantes.  

CAMINO DE LOS INCAS 4º DÍA - Machu Picchu, Cuzco, PERÚ

¡Por fin amaneció y llegó el día más esperado de todo el camino de los Incas!. No sé si fue por lo impresionada que quedé al ver ante mi las ruinas del Machu Picchu, que no recuerdo nada de lo que ese día hice, desde que me levanté en el campamento Wiñaywyana hasta llegar a ese punto. 


Solo recuerdo que el camino era más estrecho, y que después de una hora y media de caminata, y tener que casi reptar por unos escalones para llegar a Inti Punku, el nombre en Qechua de "La Puerta del Sol", lugar en donde tomé esta foto de las ruinas de este antiguo poblado andino que los Incas construyeron en el siglo XV 
  

Allí, mientras esperábamos al resto del grupo, todos admirábamos esta maravilla.Yo ya la conocía, pues ya en el año 1994, al poco de llegar al Perú  fuimos a visitarlo. Pero nada que ver esta perspectiva, con la que se tiene cuando uno llega montado en un mini-bus, por su zigzagueante carretera



Una vez ya todo el grupo reunido, reemprendimos nuestro camino hasta las famosas ruinas Incas. Ruinas, que desde el año 1983, están incluidas en la Lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Y que desde el 7 de julio del 2007 fueron declaradas, como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno


Os voy a contar una cosa, que doy por hecho de que muchos no saben. La gran mayoría, y entre ellos me incluyo, (ya que también así yo lo creía) cuando vemos esta imagen siempre decimos "el Machu Picchu" porque pensamos que así también se le llama a ese cerro tan representativo en estas ruinas. Pues no, ese monte se llama  Huayna Picchu, que significa montaña joven. El monte Machu Picchu, que significa montaña antigua, es el monte por el que descendimos, y en el que se encuentra la ciudadela.


Como ya os he comentado, esta era la segunda vez que caminaba por este impresionante lugar, del que se dice que pudo haber sido una de las residencias de descanso de Pachacútec, noveno inca del Tahantinsuyo entre los años1438 y 14 70. 

De allí también me traje esta peculiar puerta



Ese día tuvimos tiempo libre para ver las ruinas, y fue allí donde también me despedí de dos de nuestros porteadores que nos habían acompañado durante todo el trayecto.