Redondo y desgastado por las manos que lo han acariciado, cuando golpeando con el, hacían saber de su presencia a los propietarios de dicha vivienda.
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Herrajes en las puertas conservando sus volúmenes. ¿Cuántas manos habrán tocado esos picaportes, y habrán cogido entre sus dedos las redondeadas aldabas?
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Manilla dorada sobre una puerta tallada. Fotos captadas por mi cámara, mientras callejeaba por las calles de Estella.
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